¿Dónde pueden estar mis viejos zapatos? de Claudio García

​¿Dónde pueden estar mis viejos zapatos?

Recién ahora me doy cuenta, a mitad
de camino de mi pobre y monótono trabajo,
que mis pies se desplazan fríos y desnudos sobre el asfalto.
No me perdonaría perderlos.
Los llevó desde la guerra, de cuando unos perdían la vida
y otros de a poco los kilos y la ropa.
Esos zapatos que casi perdí corriendo,
escapando del bombardeo incesante de los enemigos, y el azuzar
represivo de los soldados amigos que nos querían clavar al piso
porque así lo pedía la patria.
¿Dónde pueden estar mis viejos zapatos?
He regresado a casa y no los encuentro.
No me perdonaría perderlos.
Los llevo desde mucho antes de la guerra.
Desde aquella vez en que, oriundo de un
sector del país que se cree lo más importante
del país, bajé por el lado derecho del mapa y te encontré.
Mis zapatos dejaron entonces de correr
y en medio de un cielo que se había puesto tan nublado
vos inauguraste de a poquito un poco de luz y un amor
que empezó por los labios y terminó conquistando todo el territorio
más allá de la epidermis, tragando todo lo que quizás
uno vivió para bajar un día por el lado oceánico del mapa
y encontrar que una madre había parido una mujer-puñal destinada a hacerme mella.
Después pasaron los años y ella pasó, y luego también pasó la guerra, pero los zapatos quedaron.

Infinitos nudos de tristeza aprietan mi cuello al pensar que mis zapatos,
que aguantaron tantos avatares, ahora hayan desaparecido. ¿Fue descuido o el azar?
Miro mis pies desnudos con la extrañeza
de alguien que un día se levanta y descubre que le han
amputado algunas partes del cuerpo.
¿Fue descuido o el azar?.
Miro mis pies desnudos con el rencor de quien
regala las espinas de un ramo de rosas para decirle
adiós a una mujer que lo maltrató por años.
¿Fue descuido o fue el azar?
Miro mis pies desnudos con la desesperación
de quien busca en los libros el conocimiento
o el secreto que le evite descubrir.
que las paredes son más resistentes que su frente.
¿Fue descuido o el azar?
Tengo que encontrarlos.
No me perdonaría perderlos.
No podría resistir un nuevo calzado;
atar con desgano los cordones de unos zapatos que nada saben de mí.
No soportaría pensar que en esos momentos
alguien se está poniendo mis viejos zapatos, ignorante
que en ese calzado se esconden sin ser vistos los estruendos
de las bombas que estremecieron mi cuerpo,
el rozar de su vestido antes del amor,
un amanecer con los ojos muertos
y tanto y tanto de lo que fue mi vida.

Claudio García

*De “¿Dónde pueden estar mis viejos zapatos?, Mariela y otros poemas” 1995

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